¿Por qué a la vuelta de las vacaciones los anuncios y los quioscos se llenan de fascículos y objetos como si fueran rastrillos? La respuesta es que otoño es la mejor época del año para comenzar una colección: la temperatura acompaña a quedarse en casa (y si no es la temperatura, son los gastos veraniegos y los que vendrán en navidad los que nos obligan) y necesitamos ocupar el tiempo con algo que nos entretenga y nos llene en esas largas tardes de domingo.
Es por ello por lo que iniciar un nuevo hobby puede ser una buena idea. Pero para que no se convierta en un sacacuartos ni en un pequeño síndrome de Diógenes, os damos varios consejos para sacar el máximo partido al coleccionismo.
No colecciones por coleccionar
Comenzar una colección pese al gasto que conlleva puede ser un buen consejo para invertir dinero, pero ojo, no vale cualquier colección. Para ello debemos elegir objetos que se revaloricen con el tiempo, joyas que a día de hoy podamos conseguir a buen precio y que en el día de mañana cuesten más.
Objetos como vinilos de música, si tenemos buen criterio podemos conseguirlos a un precio de mercado hoy y que el día de mañana sean piezas exclusivas. Para ello debemos evitar adquirir objetos de este tipo en el mercado común (es difícil que se revalorice un objeto del que hay 50.000 copias a la venta y que están al alcance de cualquiera) y buscar estos objetos de deseo en ferias, mercadillos, exposiciones…
Cuanto más cueste encontrar un producto más valdrá en el mercado, por lo que utiliza el coleccionismo para desarrollar tu lado crítico y conviértete en especialista. Esta puede ser una afición más que cultivar.
Evita los fascículos si no estás concienciado
A todos nos ha llamado la atención alguna vez un anuncio sobre impresionantes maquetas, bellas piezas en miniatura y otros elementos que desfilan por la televisión los meses de septiembre y octubre sobre todo, pero comenzar estas colecciones entraña varios riesgos que, si no estamos dispuestos a cumplir, no nos merece para nada la pena.
El primero de ellos es que el atractivo precio con el que se lanzan a la venta nunca coinciden con el real: el primer fascículo que cuesta uno o dos euros, se ve inflado hasta los diez fácilmente en el segundo y tercero, por lo que acabamos dejándonos mucho más de lo previsto en una afición de la que al igual podríamos haber prescindido.
El segundo tiene que ver con la exclusividad. Recalcábamos en el anterior punto que puede ser muy interesante hacernos con una colección que se revalorice con el tiempo. Para ello la autenticidad y el valor de ser piezas únicas es muy importante. Una colección que está disponible en todos los quioscos del país no cumple ni de lejos este requisito.
Por último, ¿Estás dispuesto a someterte semana tras semana al ritual de acudir al quiosco a por una parte de la colección, gastándote el dinero en algo que parece nunca acabar? Si eres de los impacientes ni se te ocurra comprar maquetas que no puedes montar hasta tener el último de los 100 fascículos de la colección, ya que te llevarás casi dos años de tu vida mordiéndote las uñas por poder ver por fin ese velero de mil pequeñas piezas completamente montado.
No tienes por qué gastar dinero
El coleccionismo tuvo uno de sus primeros pasajes históricos en los sobrecillos de azúcar que ofrecían las cafeterías norteamericanas con frases o motivos inspiracionales, y de algo tan cotidiano nuestros padres y abuelos se pasaron a otro objeto no menos alcanzable: las chapas de las botellas.
Coleccionar no tiene por qué ser caro, por lo que si lo que queremos es hacerlo por afición, busquemos en nuestro día a día qué nos merece la pena recolectar sin que acabemos acumulando por acumular.
Y para acabar un último consejo: si no quieres que tu casa se convierta en un extraño almacén, busca coleccionar objetos que queden bien en expositores o en cualquier rincón: algo tan bonito como una pieza de cerámica se puede convertir en siniestro si ocupa todos los rincones de una habitación.